De Pascua, de las cometas y del vuelo aprendido

Desde siempre Pascua y la cometa han formado un binomio de mutuo acuerdo. Disfrutar del vuelo de la cometa en las vacaciones de Semana Santa, forma parte de la tradición y el costumbrismo más enraizado en la niñez. El tiempo de esparcimiento, las ganas de jugar a volar, y las brisas de abril en el monte y la playa, hacen el resto.

Generación tras generación, la cometa pende de un hilo en la mano del progenitor, que da rienda suelta a su imaginación, para servir ante la infancia, la técnica del mejor de los vuelos. El cachirulo se encabrita tentado por el viento, que le proporciona su motor y la mejor de las potencias. Enarbola figuras en el cielo gracias al hilo que lo ata en corto, a la cuerda que le da sostén y reflujo, que le permite mantenerse en el aire, hasta que por sí sola, es capaz de volar. Se trata de una cosa de dos. De un continuo tira y afloja que permite disfrutar de la sensación y el momento. Pero en todo ese proceso la cometa no olvida su condición de nacimiento. Y se distancia, cada vez más, de la mano que la sustenta. La cometa aprende y quiere encontrar su camino. Volar hacia su imaginado atrevimiento...

Porque la cometa es libre, como el pájaro que pudo al fin volar... Como la vida misma, en la que el padre enseña al hijo. Como el amigo, que acude en ayuda del amigo. Es como el paso del testigo, del aprendizaje para remontar el vuelo y conseguir tu destino. Se trata del proceso a valerse por sí mismo...

Eso sí, después de haber aprendido.

Y ahora, comparte y haz volar la cometa :))--+--+---