La tentación del chocolate fusionó a los amantes del Edén

Chocolate. El alimento de los dioses. Esa compleja fusión entre el azúcar y el originario cacao de los aztecas y los mayas. Ese dulce de amargas reminiscencias que se apodera de nuestro paladar, dejando tras de sí la desinhibición de sus afrodisiacos poderes.

Es el chocolate estandarte de la tentación. Aquella que conlleva resistencia humana, para controlar a nuestra mano que desde la boca propiciará su inevitable caída hacia el estómago. Allí, sus nutritivas semillas y sus jugosas grasas se fusionarán, reanimando enérgicamente a nuestro intelecto que hará relamerse a nuestra diablilla conciencia. Precisamente por ello, es el chocolate enemigo de cualquier dieta. Esas de las que todas las mujeres son grandes conocedoras. Verdaderas y sufridoras expertas en lo que a controlar la tentación de su ingesta se refiere. Pero el chocolate sabe que es poderoso. Juega sin contemplaciones con nuestros sentidos. Y jamás realizará distinción entre sexos.

Nadie podrá escapar a las sensaciones que causan su aroma, su visión, su tacto duro y cremoso a partes iguales, y su sabor pecaminoso. Sin embargo, son los 5 sentidos los encargados de controlar esa tentación. Aunque, en la mayoría de las ocasiones, caen derrotados en la batalla y propician que el perezoso y oculto 6º sentido se manifieste irremediablemente, para dar paso a la desinhibición absoluta...



Durante este verano, la neozelandesa marca 'Whittaker' nos incitaba, no sólo a caer en la tentación de la continua ingesta de chocolate, sino a zambullirnos en él de cuerpo entero, desde nuestra más arrebatadora intimidad. Es la representación de la tentación absoluta hecha realidad. De la satisfacción plena del poder físico para alimentar al poder psíquico. Como ya lo hiciera el mismísimo y poco inocente Tío Gilito, que no contento con ser el tacaño multimillonario por todos conocido, se "bañaba" entre montañas de monedas y billetes en la intimidad de su caja de caudales...

Curioso resultaría imaginar que en el Jardín del Edén no existieran manzanos ni pecaminosas manzanas, sino dulces lagos de chocolate negro y chocolate blanco fluyendo por doquier a partes iguales, para el disfrute de los amantes.

Curioso resultaría imaginar que los originarios y legendarios Adán y Eva respondieran a la fusión absoluta de las razas. En donde el negro fuera blanco y el blanco fuera negro sin distinción alguna, gracias a la revitalizadora fusión de los pecaminosos baños chocolateados. Baños que dan lugar a que ambos se "alimentaran". A que ambos se nutrieran el uno del otro. Aunque fuese a través de jugosos lametones...

Se trata de una perfecta alegoría hacia la unión entre personas, donde el amor, con sus consabidas facetas pecaminosas, no conoce de razas ni credos, y se deja llevar relamiéndose en su empeño. Se trata de la física y de la química, las cuales no conocen ni quieren conocer las tediosas leyes de los Hombres, y actúan de forma natural fusionando e igualando a ambas partes, a ambos amantes, en la contienda.

Como el negro al blanco y el blanco al negro, en el amor la química de la fusión transformará la materialidad física de dos en uno solo. Ya se sabe, ese tipo de materia que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma...
Algo que nos supo contar de una forma acertadamente visual la británica de adopción Katie Melua, cuando en 2009 nos brindaba este impactante videoclip, "I Cried For You", sobre la pérdida de la persona amada...



Y es que cuando el amor llega de forma plena y realizada, es capaz de transformarnos literalmente en la persona amada. En una revitalizadora fusión que convierte a dos en uno solo. La representación absoluta de la perfecta convivencia. Hasta tal punto, que si esa persona nos falta, si esa persona muere, algo en nuestro interior se romperá.

Trozo a trozo intentaremos recomponernos. Pero después de la originaria fusión, diseccionando pieza a pieza, será difícil discenir cuánto había de nosotros y cuánto había de la otra persona en nuestro interior. En nuestra imagen especular del otro. Esa que se transforma a través de la caracterización en el espejo de la sala de maquillaje, para dar vida a dos personajes que son uno solo.

Como el blanco es al negro y el negro es al blanco, cara y cruz se complementan, llegando a ser una sola unidad inseparable, valga la redundancia. Como el mismo baño de fusión chocolateada, que cubre, cual maquillaje, la verdadera identidad de cada uno de los amantes, pero que unifica sus suculentas y amatorias sensaciones.

Sensaciones convertidas en sentimientos de unidad. Coincidentes, que se mantienen por siempre... A no ser que alguno de los amantes no pueda soportarlo, dejándose llevar por la dulce tentación... Y quiera irse de nuestro lado, antes de hora, para bañarse a su antojo en las eternas y chocolateadas aguas del Paraíso...

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2 comentarios:

Arwen dijo...

Pues ya te digo yo, que también sucumbiría a esa tentación (con lo golosa que soy)...xD, y casi me creo más esta teoría que la de la manzana... ;)

Un beso.

Arwen

ooOJotaEmeOoo dijo...

Me temo, Arwen, que tendrás que ponerte a la cola, porque hay petición de turnos para zambullirse en uno de estos dulces lagos... :)
Besos.